lunes, 18 de abril de 2011

HECHOS ENCADENADOS


Te miro y te contemplo.

Miro en tus ojos y leo en tu alma.

Es curioso... Es curioso ver ahora como, al mirar hacia atrás, dislumbro como, llegado a cierto punto de la vida, ciertos hechos concretos y separados se pueden percibir como un todo; hechos totalmente ligados e interconectados. No dudo ya que a veces parece ser que los hechos van encadenados y atados de una manera extraordinaria que ni siquiera puedo llegar a comprender. Creo en ese dicho que dice que el vuelo de una mariposa en China puede provocar huracanes en Europa... Veo la vida, la historia, la existencia y el tiempo como un gran tapiz, del mismo modo que los celtas lo percibían. Cada criatura, hecho o tiempo es un hilo. Hilos que se cruzan unos con otros, que se entrelazan y separan, todos tomando direcciones distintas. Para un simple hombre, como soy yo, es imposible percibir la imagen total del tapiz, pero éste, al final, conforma un gran y hermoso dibujo donde cada hilo ocupa su lugar. Los hilos y sus direcciones parecen ser caos sin sentido, pero si alguien puede escapar del tejido del Destino y observarlo desde fuera, verá el hermoso dibujo que hay en él... El azar existe y fluye por los hilos, pero al ver el dibujo de este gran tapiz, uno entiende que todo estaba predeterminado.

Yo te hablé de Destino y tú me hablastes de Causalidad.

Ambos nos llevaron al mismo sitio: el Ahora.

Nos movemos por el Gran Tapiz y ahora nos hemos encontrado.


Así, ¿como percibir donde se juntan nuestros hilos? ¿Como ver donde se forma la linea de los hechos encadenados que me condujeron a ti?

¡Un hecho!

¡Un hecho, sí! Un hecho es ahora muy importante en mi vida, y miro hacia atrás y empiezo a ver como todo ha sido producto de una serie de hechos encadenados. Y no deja de ser curioso que, entonces, cuando cada uno de estos hechos sucedió, para mí no fueron nada, no significaron nada más allá del hecho en si mismo. Algo que vi desconectado del resto de las cosas; algo que sucedía al azar.

Pero todo ello es un conjunto de hechos que me llevaron hasta ti.

¿Donde podría empezar yo a narrar mi historia... nuestra historia? Quizás todo empezó con mi nacimiento. Quizás empezó con el tuyo. Ya todo había empezado mucho antes: con nuestros padres, nuestros abuelos... antepasados, vida, existencia... Todo va encadenado. Nosotros. Cada uno distinto. Cada uno parecido. Almas separadas. Alejados uno del otro. Hasta ahora.

Ahora algo nos ha unido. Éste era el momento. muchos hechos y hechos ocurrieron desde la creación para llegar a este punto.

Sin embargo, mi visión no llega tan lejos. Sólo quiero empezar a contar los hechos desde el momento en que las cosas me parecen suficiente importantes y relevantes como para entender lo que ahora mismo me está ocurriendo.

Hechos encadenados...

Empiezo pensando en mis dos anteriores relaciones y sus consiguientes rupturas. Y en el dolor, el terrible dolor que comportaron... Un dolor que me transformó, me cambió, me aniquiló, me destrozó y, finalmente, me hizo levantar de nuevo. Un dolor que no me dejaba morir. Un dolor necesario, ya que me ha conducido hasta ti, y ahora lo entiendo. Una nueva oportunidad. El verdadero amor.

El fin de mi primera relación, mi primera ruptura, fue el fin de mi concepto del mundo. Un mundo donde una pareja era para siempre. Mis esquemas se derrumbaron. No sólo del mundo de la pareja, sino del mundo en general. Mi concepto global del universo. Si el amor no era eterno, ¿qué podía serlo? Ya nada tenía sentido. Solo quedaba la soledad, la ansiedad, la desesperación, pero la firme voluntad de continuar adelante y seguir vivo.

La otra fue simplemente una relación enfermiza. Cuando se ama mucho pero uno mismo ve como va siendo destruído y anulado. Donde te lo dan todo y tal como me lo dan, te lo quitan. El Cielo y el Infierno en una persona. Descubrir que uno puede amar más de lo que ya ha amado, pero que va a perderlo, porque es un amor envenenado. Un amor de pasión devastadora. Donde inexorablemente mi voluntad es anulada. Yo, una mera sombra de mí mismo.

Aún así, con todo ello, aprendí. Aprendí que aunque uno crea que una relación va a ser para toda la vida, y no se cumpla, siempre puedes volver a empezar. Aprendí que siempre se puede amar más de lo que ya se amado antes si no te pones barreras. Aprendí que aunque te derrumbes, te levantarás. Aprendí que no tengo miedo a volver a amar.

Hechos encadenados...


Y miro atrás y, tras cada una de esas dos rupturas, veo la desesperación, la ansiedad, el vacío, el miedo y la duda... Muchos enemigos a los que hacer frente. No me siento fuerte para avanzar contra ellos, pero tampoco retrocederé. No me podré levantar, pero no me rendiré... Me arrastraré, pero avanzaré. Aunque ya no me quede orgullo.

Me encierro en mi dolor, pero debo continuar. Como un romántico delante de la tempestad, al borde de un acantilado frente el mar, necesito estar solo en mi soledad. Separado del mundo. Que la tormenta o el mar me arrastren, o sobrevivir a la tragedia. Sé que puedo hacerlo, muchos seres humanos lo han hecho antes que yo.

Sin embargo, tengo que decir que pese a apartarme de todos y de todo, no luché solo. Mis amigos, mi familia... todos ellos estaban ahí. Me aparté de ellos, pero los sentía cerca mío; saber que se preocupaban de mí me daba la fuerza para no derrumbarme y continuar hacia adelante, sino ya por mí, por ellos.

Y pasan los días, las semanas, los meses...

Hechos encadenados...

Y un nuevo eslabón llega... La gente me taladra con algo que llaman Facebook. "Entra en el Facebook", me dicen. "¡No quiero!", contesto yo. No me interesa internet. Estoy encerrado. Encerrado en casa. He creado mi propia cárcel, donde me protejo del mundo exterior. Ya no leo libros, apenas escribo, no juego, soy incapaz de mirar siquiera una película... La única paz que me queda es salir a pasear por el campo solo, o recorriendo los senderos que hay al borde del río, llorar, dormir, no pensar demasiado... Necesito soledad.

Pero mis amigos, duros ellos, me obligan a salir, volver al mundo real de cuando en cuando. Volver al exterior. Me da miedo. El mundo del hombre me hace daño. No daño físico, ni espiritual. No sabría definirlo, pero no resulta agradable... Es un mundo que no me gusta. Cuando salgo al exterior, entre la gente, me siento como un extraño, un individuo perdido en un mar de gente anónima. Como dice la canción de Amaral "ya he tenido suficiente, necesito alguien que comprenda que estoy sola en medio de un montón de gente". Necesito refugiarme en mi hogar. Encerrado en casa me marchito, quizás, pero me siento mejor que con el dolor de estar entre una gente que no comprendo y con la que no me identifico.

Y la gente me insiste: "Entra en el Facebook". Y yo digo de nuevo: "¡No!".

Sin embargo, mis compañeros de trabajo me lo muestran; me enseñan que es, como funciona. Me cuentan que por ahí se puede encontrar a viejos compañeros y amigos. Logran que me llame la atención. No tardo mucho en caer, me han convencido. Me apunto al facebook, un poco a regañadientes... pero caigo al fin.

Empieza un nuevo eslabón... los hechos se van encadenando, los hilos uniendo.


Me apunto al féisbuc (que es como ahora lo llamo yo cariñosamente) y una semana después estoy por dejarlo ya. Me aburre. Pero la casualidad (causalidad, que dirías tú) me lleva a la página de una de mis primas, y allí descubro un juego que me llama la atención: "Guerra de pandillas". Me pica la curiosidad. Me uno al juego. Invito a alguas personas. Amigos. Pero pronto descubro que puedo agregar a gente nueva, desconocida, que quieren jugar a este juego, que quiere participar, que quieren aliados. Los agrego, y en poco tiempo empiezo a hablar con algunos. Lo que para mí no era gente real, empieza a serlo. Me vuelvo a relacionar con la gente aunque sea a través de un ordenador. Es un paso, aunque yo aún no me he dado cuenta. Y así, metiéndome en otras aplicaciones que me invitan, descubro a nuevas personas. Bromeo, hablo, tonteo, escribo... Ya no es sólo se trata de juegos, sino de gente.

Aún así, yo continúo en mi hoyo, en mi ostra, encerrado en casa. Solo salgo cuando mis amigos hacen una fiesta en su piso o en alguna celebración del trabajo. No me atrevo más. No me gusta el panorama de la noche donde la gente se relaciona, pero nadie te quiere conocer y, me pregunto, si ellos mismos se quieren dejar conocer. No encajo.

Un nuevo eslabón...

Alguien me pide que me meta en el Messenger. Hace meses que no entro en él. Lo desinstalé. No me aportó nada bueno. Pero insiste e insiste, y lo acabo haciendo... Abro una nueva ventana al mundo, y así se forja un nuevo eslabón. En fin... amigos... reuniones... amores... desamores... recaídas... todo en un mundo virtual... Un mundo alejado de la realidad, pero que sin embargo me permite mantener el contacto humano... No deja de ser real, y finalmente me permite conocer a gente real con la que llego a tomar algo, charlar de tú a tú, que me presenta a gente nueva.

Llega el verano. Por internet conozco a una persona que tiene una curiosa concepción del mundo. Parecida a la mía, pero diferente. Hablando con ella, me recuerda que yo nunca he renunciado a soñar. Que aún puedo contemplar las estrellas.

Y así, empieza un extraño verano en el que, aún trabajando cada día, salgo a altas horas de la noche de mi casa para ir al monte a contemplar las estrellas, caminando entre la oscuridad de los bosques y por senderos pedregosos.

Contemplo las estrellas muchas horas, durante días. No pienso. Me vacío.

Me vacío del dolor. De las desilusiones. Del desengaño.

Me vacío. Me vacío. Me vacío... ¿Como podía guardar tanta mierda dentro?

En mi mente se empieza a marcar un rumbo, un camino. Mi nuevo camino empieza.

Por primera vez, después de dos años, puedo decir que empiezo a sentirme bien.

Estoy vacío. Ya no hay nada. Ahora debo a empezar a llenarme de nuevo.

Cadenas e hilos que forja e hila el Destino, diría yo. Una causa que lleva a otra causa, dirías tú. Pero poco a poco me acerco a ti, cuando aún ni siquiera te conozco.

Los pasos ya se han ido marcando: fésibuc, Messenger, curación... ¡una apuesta por un pique! Eso ya te lo conté... de todos los hechos, este es el más azaroso, pero el más importante, pues fue el que te metió en mi vida sin yo saberlo.


Y por primera vez, después de todo este tiempo, mi familia ve que estoy más alegre. Por primera vez después de este último par de años mis amigos ven que estoy dispuesto a salir más. Por primera vez después de ese encierro, mis compañeras de trabajo perciben en mí un cambio. Parece que por fin estoy bien. Vuelvo a ser yo. Distinto al que fuí, pero yo. El pasado quedó atrás. Yo lo sé, pero oírlo en boca de los que han sabido de mi dolor me reconforta.

Vuelvo a sentir las ganas de empezar y descubrir de nuevo...

Y me desentiendo de nuevo del mundo. Pero ahora mi casa ya no es un refugio, ni un escape... Me meto en ella en el deseo de recuperar el tiempo perdido. Vuelvo a empezar a leer libros, cómics, cuentos e historias que me envía la gente con la que escribo; vuelvo a ver películas en el televisor, cuando en dos años apenas miraba una o dos cada mes; vuelvo a ocupar mis horas escribiendo, dibujando o hacer cosas que me llenan... Me despego poco a poco de internet y de la gente, pero no porque me aparte de ellos, sino porque tengo demasiadas cosas por hacer, e intento recuperar el tiempo.

Conozco a una nueva persona que me hace comprender que puedo ser amado. Yo no siento nada. Lo lamento, porque creo que ella lo merece, pero a veces no respondemos a los que nos quieren como ellos quisieran. Creo que todo el mundo ha pasado por eso.

Y vuelvo a continuar mi vida, el equlibrio emocional recuperado. Sin sentir ese vacío que me inundaba, ni la tristeza que no se despegaba de mí. Han pasado meses desde el verano, meses que siento que el equilibrio perdura.

Y cuando estoy así, cuando he renacido, en ese momento te encuentro a ti...

Y de nuevo te miro y te contemplo.

Y miro en tus ojos y leo en tu alma.

Y sé que todo estaba encadenado, que todo me conducía a ti.

El tiempo todo lo cura. Mis heridas. Tus heridas.

Destino y Causalidad.

Ahora tú y yo somos dos hilos unidos en este Gran Tapiz, y un nuevo eslabón se forja.

1 comentario:

  1. Somos un hilo en este inmenso tapiz, que a veces se deshilacha. Pero siempre hay unas manos que nos vuelve a colocar en su sitio, hasta que la última mano, la más fría y serena, la de la muerte, decida que es momento de cambiar nuestro hilo, por otro nuevo, renovado, y lleno de vida.

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