martes, 26 de agosto de 2014

LA SOLITARIA Y EL BOLLYCAO

Este chiste, que poco tiene que ver con lo que escribo habitualmente, es una vieja chanza que oí hace años. El hecho de que haya querido dejar referencia sobre él, viene a razón de una breve charla que tuve un día con un grupo de personas, que giraba alrededor de insectos y caracoles zombis, controlados por parásitos, ya sean por insectos y sus larvas, o bien por hongos. Sea como fuere, aquella charla acabó derivando sobre uno de los parásitos humanos más conocidos: la tenia o solitaria. Me vino entonces a la memoria aquel viejo chiste -el chiste de la solitaria, el croissant y el Bollycao-, y quise entonces dejar referencia de él por escrito. El Bollycao, por cierto, para quién no lo conozca, es un delicioso bollo relleno de crema de cacao fabricado en España por el Grupo Panrico; para el caso, puede sustituirse el Bollycao por cualquier otro producto de bollería, o un café.


Dicen que un hombre fue preocupadísimo al médico:

- ¡Oiga, doctor, no sé que me pasa, pero cada día estoy más delgado, Como y como sin parar, y sin embargo cada vez estoy más delgado y tengo la sensación de que voy a morirme de hambre!

El médico se lo mira, le hace un par de pruebas y le dice al paciente:

- Mire, señor, no tiene que preocuparse. Tiene usted una tenia, una solitaria, y bastante grande, por cierto. Tan larga, que me temo que habrá que operar y abrirle todos los intestinos hasta sacarla.

- ¿Operar? ¡No, no! Tengo pánico a las operaciones. No me quiero operar. ¡De ninguna manera! ¿No hay otra manera de resolverlo? -Pregunta el paciente.

El doctor se queda pensativo un rato, y, al cabo, dice:

-  Mire, hay otro modo, pero no es muy ortodoxo que digamos. Pero si no quiere operar, y está dispuesto a hacer lo que sea, viene usted mañana a la misma hora a mi consulta, y me trae consigo un croissant y un Bollycao.

El paciente se queda un poco extrañado ante la petición del médico, pero no hace preguntas.

Total, que al día siguiente aparece el tipo en la consulta del doctor trayendo un croissant y un Bollycao consigo, se los entrega al médico, y éste, cogiéndolos y sacando un martillo de un cajón, le dice al paciente que se baje los pantalones.

- ¡Pero doctor!, ¿para qué quiere que me baje los pantalones? ¿Y ese martillo?

- ¡Los pantalones y los calzoncillos! ¿Quiere usted acabar con la solitaria o no quiere acabar con ella?

- Bueno, sí. Pero...

- ¡Pues nada! ¡Bájese los pantalones y los calzoncillos!

Total, que el paciente hace lo que el doctor le dice, y cuando está así, el médico lo pone en pompa, le mete el croissant por el culo, y, ¡pop!, martillazo y croissant para adentro. Y acto seguido hace lo mismo con el Bollycao, lo pone en el ano, lo apunta, martillazo, ¡pop!, y Bollycao para adentro. Al paciente, con lágrimas en los ojos, se queda alucinado pero no dice nada, viendo la seriedad conque el médico hace todo esto. Al cabo de un rato, viendo que no pasa nada, el hombre le pregunta al doctor:

- ¿Y ahora?

- Pues ahora ya puede usted subirse los calzoncillos y los pantalones, y vuelva mañana con un croissant y un Bollycao.

Total, que el hombre hace lo que le dice, y al día siguiente vuelve a presentarse a la consulta con un croissant y un Bollycao, y el doctor hace lo mismo. Le mete el croissant por el culo, ¡pop!, martillazo, y al instante le mete el Bollycao, ¡pop!, martillazo, y todo para adentro.

-¿Oiga, doctor, yo no sé a donde quiere llegar con esto, pero...!

- Usted calle y déjeme hacer. ¿Quiere acabar con esa solitaria enorme que tiene en sus intestinos o no?

- Bueno, sí, pero...

- Pero nada, preséntese aquí mañana a la misma hora con un croissant y un Bollycao. Si quiere que lo curemos, tenemos que hacer esto durante quince días.

Total, que el hombre hace lo que el médico le dice, y cada día se presenta a la consulta con un croissant y un Bollycao, el médico se los coge, le mete el croissant en el culo, martillazo, el Bollycao, martillazo, y todo para adentro. Y así durante quince días...

Croissant en el culo, martillazo, Bollycao en el culo, martillazo, y todo para adentro.

Croissant en el culo, martillazo, Bollycao en el culo, martillazo, y todo para adentro.

Croissant en el culo, martillazo, Bollycao en el culo, martillazo, y todo para adentro.

Etcétera.

Total, que al cabo de quince días, el cliente se presenta delante del doctor con el croissant y el Bollycao, viendo que para nada ha mejorado su estado, y se los entrega al doctor, pero diciéndole con algo de mala leche:

- ¡Oiga, doctor, ya han pasado quince días, y yo para nada he mejorado!

- Bueno, bueno, tranquilo, señor. Usted bájese los pantalones y los calzoncillos y ya verá...

Total, que el señor hace lo que le dice, y el médico, como todas las veces anteriores coge el croissant, se lo mete en el culo, ¡pop!, le da un martillazo, el croissant se va para adentro... y se queda quieto sin hacer nada más, con el martillo en una mano y el Bollycao en la otra... Y pasan los segundos...

En esto, que al cabo de un rato, sale la cabeza de la solitaria asomando por el culo y diciendo, gritando:

- ¿Y EL BOLLYCAO?

Y el médico que le arrea en la cabeza con el martillo, y, ¡ale!, se acabó la solitaria. XDDD

Nota: También existe una versión más “hard” del chiste donde el paciente -un hombre- es sustituido por una paciente -una mujer embarazada-, que quiere abortar. El procedimiento, en este chiste es similar, sólo que el croissant y el Bollycao no se los insertan por el culo, sino por la vagina, y el resto del chiste... bueno, ¡ya os lo imagináis! Más o menos va igual, salvo que al final el que asoma la cabeza por la vagina reclamando el Bollycao es el feto, que recibe el martillazo definitivo. La verdad es que esta última versión es mucho más cruda y salvaje, todo sea dicho.

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