miércoles, 30 de septiembre de 2015

URBEX: MONASTERIO ABANDONADO EN UN BOSQUE OTOÑAL

Texto: Joan Ramon Santasusana Gallardo. Fotografías: Joan Ramon Santasusana Gallardo y Esther Orteha López.
Fecha: 26 de septiembre de 2015. Lugar: En algún lugar de la comarca del Gironès, provincia de Girona, Cataluña, España.
Total fotografías tomadas: 53. Total fotografías publicadas: 38.
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Con la llegada del otoño, decidimos dar un agradable paseo a través de los bosques de les Gavarres. Allí, en aquella inmensidad de bosques verdes y secos, tan mediterráneos como el macizo rocoso sobre el que crecen, siguiendo a pie un pequeño sendero de tierra, descubrimos este viejo monasterio abandonado.

Sant Joan de l’Erm, o Sant Joan Salern, en la comarca del Gironès, fue un pequeño monasterio en el que siglos atrás vivió una pequeña comunidad religiosa de monjas. Al parecer, hacia el año 1276, antes de la llegada de las monjas, en esta capilla ya existió una pequeña comunidad o cofradía dedicada al servicio religioso, disfrutando su capilla del privilegio de tener asistencia sacerdotal propia.


Durante el primer cuarto del siglo XIII, las monjas de Santa Coloma de Matella, en la comarca del Baix Empordà, intentaron trasladarse a este lugar, pero en un principio no lo consiguieron. Sin embargo, el año 1327, esta comunidad de monjas finalmente pudo unirse a la comunidad religiosa de Sant Joan de l’Erm a raíz de las inundaciones sufridas en su cenobio de Santa Coloma de Matella, formando así una sola comunidad. Eran tiempos agitados, pues pocos años después, el 1348, la comunidad sufriría un nuevo y más trágico percance, ya que la peste se cebaría sobre ella y únicamente quedaría una sola monja con vida.


Tras esto, año 1362, y a falta de nuevas vocaciones, las tres únicas monjas que por entonces residían en el lugar, se vieron obligadas a cerrar el cenobio y trasladarse a la casa de Vilanera (en la comarca de l’Alt Empordà).

Tras desparecer la comunidad religiosa de monjas, sin embargo, el edificio no quedó abandonado, sino que pasó a manos de una cofradía, convirtiéndose de nuevo en un santuario.

Y así, siglos después, andamos nosotros sobre su suelo cubierto de hojas otoñales, desconocedores de su verdadero pasado, de las vidas que allí se vivieron, de la gente, hombres y mujeres, que levantaron sus muros y trabajaron sus tierras. El sol se ponía, y deambulando entre los árboles y helechos que hoy en día ocupan el lugar, seguimos de nuevo los pasos que nos habían llevado hasta allí.




































domingo, 27 de septiembre de 2015

EL VOTO DE LA ILUSIÓN, EL VOTO DE LA ESPERANZA

Hasta hoy me he abstenido de hacer ningún comentario sobre las elecciones catalanas porque, ante todo, creo que cada uno es muy libre de votar lo que quiera. Tampoco hoy no quería escribir nada sobre ello porque siempre me ha gustado considerarme una persona neutra en estos asuntos, cuando no decididamente ácrata. No creo nada en la política, la verdad, aunque eso tampoco me ha impedido votar cuando he decidido hacerlo, porque si te “obligan” a elegir, siempre hay mejores opciones que elegir entre unas y otras, aunque la opción que verdaderamente tú elegirías no exista porque tu visión va mucho más allá del orden establecido. Sin embargo, crea o no en la política, hoy he ido a votar, y aquí empieza el verdadero motivo de este escrito, que no deja de ser otra cosa que mi visión personal.

Hoy, después de votar, he regresado a casa y aparcando el coche me he puesto a llorar sin poderme controlar: era pura emoción contenida escapando en forma de lágrimas. Cuando he llegado a mi piso, he pedido a mi pareja que me abrazara fuertemente, y de nuevo he llorado desconsoladamente. ¡Qué queréis que diga, yo soy así!

He llorado, no por mi voto, ni por los resultados de unas elecciones que se ven venir desde hace días –aunque a última instancia bien pudiera equivocarme yo como las estadísticas-, sino porque en mucho, mucho tiempo, hoy ha sido la primera vez en que en unas elecciones he visto la felicidad, la sonrisa, y la ilusión, ¡la verdadera ilusión!, en la cara de muchas personas, porque, ¡hoy sí!, hoy se escuchará su voz.

Tengo 44 años, y durante esos 26 años que han transcurrido desde que he tenido la opción de voto, nunca me había sentido especialmente ilusionado cuando iba a ejercer ese derecho, si es que llegué a ejercerlo. Personalmente creo que el mundo en general, y especialmente en todo aquello referente a lo político y económico, está podrido, y los verdaderos intereses que en última instancia creo que deberíamos defender –ésto es: el respeto por la naturaleza, la vida en general y la felicidad de las personas-, pocas veces forman parte de los principales intereses de las diferentes opciones políticas que existen, gobernadas básicamente por la codicia y la economía. Pero como digo, hoy esa idea se ha borrado momentaneámente de mi cabeza y ha sido un día totalmente distinto a lo que he vivido hasta ahora.

Debo decir que siempre que he ido a votar he visto alguna sonrisa o cara de felicidad alrededor de las urnas o el colegio electoral, básicamente en lo que se refiere a gente que coincide, se encuentra, se reconoce y charla amistosamente como en un día como otro cualquiera; gente que se encuentra a gente y personas que simplemente sonríen porque ése es un momento tan bueno como otro para socializar un poco con los demás. Pero por lo demás, durante todos estos años, por lo que he observado, la gente, a la hora de ir a votar, en su mayoría, lo hacía con cara de indiferencia, de apatía, o del simple deber cumplido. Pero poco más, exceptuando si acaso la cara de algunos afiliados a algún partido...

Hoy he llorado porque mi sorpresa ha sido mayúscula al ver la cantidad de gente que ha ido a las urnas -al menos en lo que a mi barrio se refiere-, como nunca antes lo había visto, y sobretodo por la cara de felicidad, sonrisas e ilusión que la mayoría de la gente transmitía tras haber votado. ¡Nunca había visto nada así! Hoy, después de muchos años, he visto caras de verdadera ilusión, de esperanza, en esas personas que hasta ahora no veían una opción a un verdadero cambio en su vida, y creo que era porque ¡por una vez! la gente no iba a votar a un partido político, sino por un verdadero modo de hacer las cosas, a un nuevo camino, a la opción de ser libres de escoger un nuevo futuro. Y aquí no hablo de lenguas, historia, ni viejas o nuevas naciones, sino futuro, de elegir seguir un nuevo camino que llene de esperanza los corazones, aunque más tarde o más temprano surjan los nuevos políticos corruptos de siempre. Pero al menos se habrá dado un nuevo paso hacia adelante, alejándonos de un sistema que hasta ahora ha demostrado estar anquilosado en el centralismo, pero sobretodo, ante el inmovilismo, y pretende que sus ciudadanos permanezcan así mediante nuevas leyes que sólo oprimen a las libertades y a sus ciudadanos. Podría equivocarme en todo lo que digo, puesto que no puedo meterme en la mente de las personas que hoy he visto, pero lo que es evidente es que por una vez, en unas elecciones, he visto una felicidad generalizada en la gente que ha ido a votar porque por una vez verdaderamente la gente cree en algo, aunque sea por un día, porque hoy ha sido un día de la esperanza, el día en el que muchos ciudadanos no han ido a votar a un partido político, aunque se hayan visto obligados a elegir entre uno de ellos, sino a una idea, un nuevo futuro esperanzador ante el que todos tenemos algo que decir.

Sé que los políticos de este país –y ahora hablo por España, no por Cataluña- intentarán hacer la vista ciega y mirar a otro lado, pretendiendo ignorar lo que está pasando, luchando si acaso para que las cosas continúen igual como hasta ahora, sin pretender verdaderos cambios en este país más allá de lo que van sus cortas miras, e imponiendo su modo de ver las cosas aún a costa de pisar la cultura, la libertad y los derechos de este país. Pueden hacerse los locos y pretender que hoy no ha ocurrido nada, aunque verdaderamente no podrán ignorarlo, pero hacerse los locos como si no ocurriera nada no hará nada más que esta oleada con sed de libertad crezca, ya que cada vez que nos han ignorado o han pretendido hacer ver como que no existíamos o no teníamos voz, nuestra fuerza como ciudadanos, como personas, ha crecido. Y si nuevamente uno de estos gobiernos nos pisotea, más reforzados nos sentiremos en nuestro derecho a decidir quienes somos. Sé, por otro lado, que en Cataluña muchos políticos intentarán adjudicarse el éxito de estos resultados, pero también se equivocarán ellos, porque la realidad es que hoy la mayoría de gente no ha votado a uno u otro partido político, ni a la independencia o no de Cataluña, sino a una nueva opción de esperanza, a un futuro que si unos han pretendido ignorar, otros hemos creído que podemos construir juntos, como catalanes, en este caso, ya que como españoles nunca tuvimos la opción de hacerlo porque constantemente nos cortaron las alas.

Hoy es, ha sido y será un día de sueños en esta tierra, que puede que se cumplan o no, porque ya sabemos que muchos otros lucharán para impedir que éstos se cumplan, pero es el día en que la gente de esta parte del mundo al menos se ha atrevido a levantar la voz para defender ese sueño y decir ¡BASTA YA!

Y si en un hipotético futuro Cataluña llegase a independizarse de España, cosa que personalmente dudo que ocurra, al menos a corto plazo, simplemente querría que supieseis que siempre he amado España, a su gente, a sus paisajes, a su vida, pero eso nunca impedirá que decida mi futuro como persona. Y tan sólo diría una cosa más; hoy Cataluña ha luchado por su libertad, ahora, ¡despierta España!, y lucha tú también por la tuya y deshazte de todas esas personas que durante tantos años han lastrado este país.

domingo, 20 de septiembre de 2015

URBEX: LAS SOLITARIAS RUINAS DE CAL MERCADER

Texto y fotografías: Joan Ramon Santasusana Gallardo.
Fecha: 21 de junio de 2015. Lugar: En algún lugar del Alt Empordà, provincia de Girona, Cataluña, España.
Total fotografías tomadas: 117. Total fotografías publicadas: 69.
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Cal Mercader, o simplemente El Mercader, es un conjunto de ruinas que se hallan en medio de la zona forestal del Bassegoda, rodeada de montañas y espesos bosques mediterráneos, cuya principal singularidad estriba, posiblemente, del mismo lugar en que se halla situado y donde fue construido, justo en una pequeña estribación rocosa de enormes pendientes casi verticales, por cuya base pasa el torrente de Pincaró, y a la que sólo puede accederse a través de un pequeño paso o estrecho sendero.


Desde esa cima rocosa donde descansan las ruinas de los viejos edificios que conformaban lo que antaño debió ser una espectacular edificación de diferentes plantas y pisos, se obtiene una vista panorámica y extensa de la zona, de una belleza sin igual, ya que ante nuestros ojos sólo se extienden bosques y montañas, sin rastro alguno de presencia humana.

Por mucho que he indagado sobre la historia de este viejo edificio, que a ratos se antoja masía a ratos fortificación inexpugnable, de momento me ha resultado imposible descubrir nada de este singular lugar. Desconozco sus orígenes, ni de donde proviene su nombre, hacia que época abandonaron sus últimos habitantes el sitio, o a que actividades se dedicó.


En todo caso quedé impresionado de que en tan agudo e inhóspito rincón se hubiese construido una edificación de ese corte, así como de las numerosas pequeñas plazas o terrazas que se habían ido construyendo alrededor de ella, sin duda para dedicarlas a pequeñas zona de cultivo.

Sólo ruinas quedan ya de Cal Mercader, pero aún así, marcan un pasado en que este lugar solitario fue habitado.