martes, 9 de agosto de 2016

RECUERDOS NOSTÁLGICOS: LOS SOBRES SORPRESA

Cuando los sueños venían dentro de un sobre de papel...


Recuerdo que en mi infancia existían unos sobres sorpresa que en su interior contenían, tal y como ya anunciaban siempre unas magníficas ilustraciones exteriores, figuras de plástico de todo tipo: ejércitos de soldados, maquetas de vehículos (tanques, aviones, automóviles, barcos, naves espaciales...), indios y vaqueros, menaje de cocina o del hogar, objetos que hacían alusiones a distintos oficios o, incluso, ¡dinosaurios y monstruos!

Creo que los sobres sorpresa –recuerdo la marca Montaplex, aunque sin duda existieron otras- fueron uno de los juguetes más modestos y baratos que existieron en aquellos años de mi infancia, pero, a su vez, uno de los que más alimentaron no sólo mi imaginación, sino la todos los niños y niñas de aquella época.


¿Qué otro juguete, sino, te permitiría tener un todo un ejército de soldados por 5, 10 o 15 pesetas? ¿O bien obtener la maqueta de un tanque o un avión con todo lujo de detalles? ¿O tener un menaje completo de cocina, con menú incluido? ¿O el mobiliario clásico de cualquier casa? ¿E incluso castillos u otros edificios? Las posibilidades eran muchas, y cuando ibas a comprar uno de estos sobres, siempre tenías distintas temáticas donde elegir; lo que encontraras dentro una vez los compraras, ya era un enigma.

Eran otros tiempos, éstos eran juguetes para jugar y para compartir. Evidentemente uno podía jugar solo con ellos, pero era mucho más divertido comprar uno de esos sobres, por ejemplo, e intercambiar unas piezas u otras, por otras que te podían interesar más. Siete soldados de infantería y un tanque, por un triceratops o  un tiranosaurio rex, dos dinosaurios, por la maqueta de un avión. Y ¿porqué no?, a veces intercambiábamos algunas de estas piezas con las chicas, ya que el contenido de “sus” sobres, a veces también podían resultarnos interesantes. Y digo “sus” sobres, porque en aquella época, como aún sucede hoy en día con según que juguetes, había una marcada diferenciación en el tipo de contenido de los mismos según cada género.


Las escalas de medida de las figuras del contenido un sobre no sólo variaban de un sobre a otro, sino que podían variar también en el contenido de un mismo sobre. Así, podías obtener quizás doce figuras soldados de infantería de un tamaño concreto, y una o dos figuras de soldados de un tamaño mucho mayor, o quizás cuatro de cuatro tanques que, en proporción, eran de un tamaño mucho menor.

Sea como sea, para un niño, era muy fácil combinar todos aquellos objetos independientemente de su temática o el tamaño de los mismos; esto era el poder de la imaginación.


Es cierto que la mentalidad de los niños de hoy es muy distinta a la de los niños de entonces, y va mucho más ligada a la tecnología, pero no dudo que muchos de estas figuritas, vehículos y toda una serie de otros objetos variopintos, a día de hoy continuarían haciendo las delicias de muchos niños, sino también de muchos adultos aficionados al modelismo, los wargames o los juegos de rol.

Recuerdo que estos sobres se vendían en todo tipo de tiendas susceptibles de ser visitadas por los críos, como los quioscos, librerías y tiendas de chucherías, pero también se vendían frecuentemente en estancos y bares, donde no era raro que algunos padres con sus hijos. Eran otros tiempos, sin duda.


De entrada, cuando uno compraba uno de estos sobres, lo hacía atraído por unas magníficas ilustraciones a todo color que nos evocaban el interior de su contenido. Éste podía hacer referencia a cualquier tema: el salvaje oeste, las guerras mundiales, animales salvajes, la antigua Roma, vikingos, el espacio, la edad media, oficios, mobiliario, menaje de cocina, deportes, vida submarina, etc. Quizás debido a la época, el contenido de los mismos aún estaban muy marcados y diferenciados según el género del comprador al que iban destinados, fueran niños o niñas, aunque era lo bastante diversificado para contentar a ambos, y en algunas temáticas, podríamos decir que su contenido a veces era la suficientemente neutro como para contentar a ambos grupos.

Más allá de los sobres sorpresas de papel mencionados, recuerdo que también existieron muchos otros tipos de sobres sorpresas –algunos en sobres de plástico- que contenían cómics o revistas, juguetes y chucherías


Siendo niño, el éxtasis de abrir uno aquellos sobres de papel, que con sus ilustraciones nos evocaban los carteles de una vieja película o un cómic antiguo, anunciaba su contenido, era indescriptible. Algunos rompían aquellos sobres delicadamente; otros, los rasgaban sin miramientos para acceder rápidamente a su contenido inmediatamente.

Una vez abierto, uno siempre sacaba unos blisteres de plástico, que podían ser de distintos colores, que contenían las piezas del kit en cuestión. Estas piezas tenían de separarse una a una y, a menudo, hacía falta quitarles las rebabas de plástico que tenían con unas tijeras o un cuchillo (por aquella época muchos aún desconocíamos lo que era un cúter). Algunas de estas piezas eran de una escala determinada, pero otras no. No era raro que junto a pequeños soldados, te viniera algún tanque u otro vehículo de medidas fuera de la escala de esos mismos soldados, o incluso la copia de algún objeto asociado a la temática en cuestión –pongamos por caso un rifle- que podía triplicar o quintuplicar el tamaño de un soldado. Pero bueno, en la imaginación de un niño, la escala de esos objetos poco importaban, pues ya nos encargábamos de ajustar cada cosa a su medida.


Si las piezas del kit eran de una pieza única, como podía ser el caso de un pequeño ejército de soldados, inmediatamente uno ya se podía poner a jugar, pero frecuentemente muchas otras piezas necesitaban de un montaje, más sencillo o complicado según de que artículo se tratase. Así, mientras que algunos objetos eran tan sencillos como unir dos piezas, como el caso del cuerpo de un tanque con su torreta, o un jinete con su montura, otros eran mucho más elaborados, llegando a ser como pequeñas figuras articuladas o piezas de maquetismo. En todo caso, su montaje resultaba sencillo, ya que las piezas se montaban a presión, sin necesidad de herramientas, cola o pegamento de ningún tipo, aunque como ya he dicho antes, a veces era necesario quitar previamente ciertas rebabas de plástico con tijeras o cuchillo.


Muchos de estos juguetes, con los años, se perdían o se tiraban, pero recuerdo aún con claridad que era habitual compartir muchos de estas pequeñas piezas de plástico con los otros chavales, y los soldados, vehículos y otras figuras pasaban de una mano a otra del mismo modo que los cromos o canicas. El trueque estaba a la orden del día. Montábamos batallas campales con aquellos pequeños ejércitos en la calle o el patio del colegio, fabricando montañas y colinas con la tierra, abriendo senderos y caminos apartando la grava de la tierra, o construyendo pequeñas trincheras o riachuelos horadando el suelo con una rama. Era el mundo de la imaginación compartida, donde era posible enfrentar tanques y soldados de infantería contra dinosaurios, o aviones contra gigantescos pterodáctilos, o hacer luchar ejércitos de vikingos contra vaqueros, e incluso cocinar en pequeñas ollas y sartenes de plástico todo tipo de personajes.


Fue toda una generación la que disfrutó de aquellos sobre sorpresa que ofrecían tantos mundos maravillosos del presente, pasado y futuro. La mayoría de nosotros guardábamos estos juguetes, como los clics de Playmobil, dentro del enorme bote de cartón cilíndrico de Colón o cualquier otro detergente, que por aquella época uno de los recipientes más usados para guardar los juguetes de un niño, junto a algunas latas de hojalata de galletas o del Cola Cao.

¿Qué se hizo de aquellos sobres sorpresa? ¿Por qué desaparecieron de un día para otro?

Me cuesta creer que este tipo de artículos desaparecieran por falta de ventas, ya que siempre fueron unos artículos baratos y una apuesta fácil para que cualquier padre contentara a sus hijos. Lo cierto es que cuando uno indaga sobre el tema, el porqué de su desaparición, prácticamente de la noche a la mañana, continúa siendo un misterio.


Hoy en día existen juguetes parecidos, pero sin el añadido de la sorpresa genuina, juguetes de marca que se venden directamente como piezas de coleccionista, pero que no tienen aquel sabor tan genuino de aquellos sobres sorpresa de antaño, en el que uno realmente no sabía que esperar de su contenido, hasta que sacaba las piezas de su interior.

Sea como sea, aquellos viejos sobres sorpresa de Montaplex y otras muchas marcas parecidas, así como muchas de las figuritas o maquetas que eran su contenido, hoy en día se han convertido, para nostálgicos y coleccionistas, en una pieza más que señalan el recuerdo de otra época lejana, no ya en el paso del tiempo, sino también en sus propios recuerdos, los recuerdos de la infancia.


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